LIBRO DE VISITAS

domingo, 7 de octubre de 2012

07/10/2012

Hoy ha sido, sin ninguna duda, ha sido la peor noche de estos cinco años que llevo currando (se cumplieron a finales de septiembre). Porque, ¿sabéis esa sensación de querer reventar cabezas pero no lo hacéis por educación? Pues eso. Os pongo en antecedentes:

Sábado. 4 de la mañana (aproximadamente). Se estaba celebrando una boda, como todos los sábados, y, bueno, a esa hora ya estaban los invitados desalojando el salón donde se estaba llevando a cabo para, unos irse a las habitaciones y otros irse a sus respectivas casas. Lleva un grupo, joven más o menos (rondando la treintena), y les veo que van directos a la puerta del jardín (y, por tanto, de la piscina). Llego hasta ellos y les indico que está cerrado y que no pueden salir. Con la alegría aún en el cuerpo, se ponen a canturrear (auténticos hooligans, oigan!) y les convido a que se callen. "O salen a la calle o se van a las habitaciones". Dos, haciendo la gracia, me pregunta que por cuánto les dejo salir (oídos sordos). Lo malo es que al salir a la calle, se quedan junto a la fuente de la entrada del hotel a armar más barullo. Yo intento, por ENÉSIMA vez, hacerles callar, pero, chica, por un oído les entra.

Finalmente piden unos taxis y se van a seguir la juerga en la ciudad.

Y ahora diríes: "He leído tu blog y no difiere nada de otras anécdotas parecidas". Cierto, es similar a otras ya comentadas anteriormente, salvo porque uno de ellos, cuando les dije que la piscina estaba cerrada (porque iban directos a ella) uno de ellos, aun bajo el poder el alcohol, captó cierta peculiaridad en mi manera de hablar. Pueden reírse de mí todo lo que quieran, me pueden dar una paliza de muerte, pueden insultarme, pero hay dos cosas que no consiento a nadie. Ni a mis padres, ni a mi mejor amigo, ni a mi pareja. Ni siquiera a un famoso al que pueda conocer en persona y quiera hacerse el simpático:

1.- Chistes con mi nombre (que no os pienso decir cuál es, por guardar en anonimato y para que no sigáis vosotros con la gracia).

2.- Burlarse de mi forma de hablar.

Veréis, yo tengo un problema al hablar, concretamente en la pronunciación de la "r" (lo que se llama la "r francesa"). Uno de ellos se dio cuenta al oirme hablar y ya comenzaba "¿Cómo dices que está la piscina? ¿Abierta o cerrada?" Yo, ni caso, pero me estaban entrando unas ganas de reventarle la cabeza contra la pared...

Al final todo se pasó cuando se fueron... y cuando al poco aparecen los novios para pedir la llave de la habitación. El novio pidiendo mil perdones (que estaba en el grupo. ¡Podría haberme echado una mano el buen hombre!) y la novia, al enterarse, igualmente. Yo, con la mejor de mis sonrisas, disculpándoles diciéndoles que no era nada, que peores cosas me habían pasado. Para cambiar de tema, les pregunté qué tal el banquete. "Muy bien. Todo perfecto" "Pues eso es lo importante" Y ellos de nuevo disculpándose y tal.

Pero aquí no acaba la cosa, ya que esta gente ya estaba de vuelta a eso de las seis, eso sí, en grupos de dos o tres y directos a la habitación. Excepto tres de ellos (los últimos en llegar). Fue a eso de las seis y media de la mañana. Me preguntaron la hora del desayuno (empezaba a las ocho) y querían hacer tiempo quedándose en el hall. Por suerte uno de ellos se subió a la habitación y los otros dos tomaron dirección a la escalera... para sentarse. Les digo que no se pueden quedar ahí, sentados, y los graciosos se me quedan de pie. Yo paso de ellos, no voy a seguir diciéndoles que no se pueden quedar en la escalera porque seguro seguirían haciéndose los graciosos, y esperando, esperando, al final se fueron ellos solos escaleras arriba. Como me olía yo que seguro se quedaban sentados en la escalera en el piso de arriba, les sigo, pero me les encuentro sentados en las sillas que tenemos repartidas en los pisos del hotel en los descansillos, a modo de decoración (y sí, la gente se puede sentar en ellas, pero en horario diurno, que esas siguen no siendo horas). Al momento, veo salir de una habitación cercana al tercero en discordia (el que se fue a la habitación nada más llegar), cerveza en mano. Entonces se levantan y bajan al hall, de nuevo. Al pasar por mi lado, uno de ellos me dice "No hace falta que nos siga, que nos vamos a quedar abajo haciendo tiempo, payaso", y al rato le oigo que dice a sus compañeros algo así como "menudo gilipollas". "¿Payaso y gilipollas? Pues ahora te vas a enterar", y llamé al de seguridad, que acababa de terminar su turno y estaba llegando a su casa. Llega, le cuento lo sucedido y va a hablar con estos chavales (porque eran chavales, de unos treinta). Viendo que no había manera de echarles, finalmente se les dejó quedarse (ya eran las siete de la mañana) pero que no hicieran ruido. El compañero se fue poco después (tenía que llevar a su mujer al trabajo) y yo tuve que aguantarles media hora más hasta que llegara el relevo. Para hacer tiempo me preguntan por el SPA (les doy toda la información correspondiente), y me piden que si les puedo abrir el SPA. "El SPA hoy abre a las 10" "¿Y si te pagamos? El dinero no es problema" Uy, caballero, veo que cojea un poco... "No nos dejas ir a la piscina, no nos hables el SPA... Muy mal, ¿eh?" Sí, muy mal, soy el mismo diablo. Luego le oigo comentar a sus compañeros algo así que si él tuviera un hotel, dejaría a los clientes que hicieran lo que quisieran. Pues raro va a ser el día que no te pidan una hoja de reclamaciones, chaval.

Poco antes de las ocho llega la compañera. Yo la pongo al día, como si los otros no estuvieran, y cuando al fin dan las ocho y se van a desayunar, le cuento tranquilamente todo lo sucedido.

En definitiva, entre el comentario que hizo de que "todo el mundo tiene un precio" y que cuando llegaron los periódicos, abrió La Razón y comentó la noticia de la senyera en el Camp Nou, el hombre cojeaba tanto que parecía que pisaba agujeros en el suelo. Vosotros me entendéis, ¿verdad?

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